miércoles, 19 de octubre de 2011

El cuarto mono sabio: un elogio de la masturbación

La escena transcurre en un bar, con olor a humedad y cigarrillo saturando el ambiente. Es el anochecer de una primavera cualquiera.

Las ventanas son de esas parecidas a las de los trenes, en que una media hoja se abre para arriba. A través de ellas penetra el aire fresco y con él los sonidos alejados que comúnmente se oyen cuando el clima es diáfano, como los ladridos de los perros o el ruido de algún tren lejano.

Bebiendo café y sentados a una mesa en sendas sillas esterilladas se encontraban dos amigos, ambos de aproximadamente treinta años.

Uno es alto, rubio y se llama Federico, pintón, facha de ganador.

El otro es Martín, moreno, pinta de intelectual, anteojos.

Por el trato que se prodigaban diríase que se conocían desde hacía tiempo, que se encontraban regularmente en oportunidades como ésta.

Pero acerquémonos a nuestros personajes y escuchemos que dicen:

Martín le relata a Federico su vigésimo fracaso amoroso, en esta oportunidad y como en tantas otras no privada de problemas, escándalos, verguenzas y pérdidas económicas.

Federico lo escucha atentamente, de pronto siente que no puede más, se toma la cabeza con las manos, revuelve sus cabellos rubios con los dedos hasta que lo mira fijamente y le dice:

- Pero decime pelotudo...¿A vos nunca te hablaron del cuarto mono sabio?

- Yo sólo conozco tres, el que no oye, el que no ve y el que no habla. No sabía que había un cuarto. ¿Cuál es? Le responde mirándolo con perplejidad.

- El que se hace la paja pedazo de tarado!

- Cómo? Le responde aún más sorprendido.

- Claro, si en vez de acostarte con cuanta mina se te cruzó y encima sin cuidarte te hubieras hecho la puñeta a tiempo, te hubieras evitado muchos de los quilombos que tuviste! Cuanta loca y demás apareció te las morfaste al instante como si fueran el amor de tu vida!

Martín lo mira fijamente, luego baja la mirada y con voz apagada le dice...

- Tal vez tengas razón...

Pero dejemos a nuestros amigos con su problemática y vayamos a la actividad simiesca que dijo Federico.

La masturbación como práctica sexual es conocida desde tiempos inmemoriales y fueron muchas las posturas adoptadas con respecto a ella.

Fué ligada ampliamente al término autoerotismo, acuñado por Havelock Ellis para describir los fenómenos sexuales solitarios y espontáneos.

También es llamada onanismo, término que proviene de Onán, personaje que aparece en la Biblia, en el libro del Génesis. Cuenta este libro que tenía relaciones sexuales con su cuñada ya que al fallecer su hermano mayor él debía casarse con su viuda Tamar y practicaba el coitus interruptus eyaculando sobre la tierra.

Según la ley de su tiempo, un hijo tenido con Tamar no sería considerado suyo sino un niño tardío de su hermano el que heredaría los derechos de la primogenitura desplazando a un segundo lugar a Onán. Este no cumplió las órdenes de Dios y por ese motivo éste lo mató.

El Génesis dice textualmente en el capítulo 38 versículo 9:

"Y sabiendo Onán que la simiente no había de ser suya, sucedía que cuando entraba a la mujer de su hermano, vertía en tierra, por no dar simiente a su hermano".

Como se puede observar hay una mala interpretación del texto bíblico ya que no describe una masturbación sino un primitivo método anticonceptivo.

Es practicada por los animales frecuentemente.

Por ejemplo en los equinos involucra que éstos exterioricen el pene y mediante balanceos rítmicos y contracciones abdominales golpeen la parte ventral del abdomen con su pene. Raramente terminan en eyaculación. Existen numerosos artificios para evitarla pero hoy día no se recomiendan ya que la masturbación en los potros se considera beneficiosa.

La lista de animales que se masturban es larga, abarcando camellos, ovejas, toros, cabras, elefantes, morsas, etc.

Los monos utilizan sus manos y en ocasiones su propia boca.

¿Quién no experimentó nunca el que un perro se abrace a nuestra pierna y realice los movimientos típicos coitales o los vió intentar copular con un peluche?

La masturbación es una práctica muy frecuente en los humanos, en el informe Kinsey de 1953 se refiere que el 92% de los hombres y el 63% de las mujeres se masturbaron alguna vez. Hoy en día estas cifras poco a poco van equiparándose.

La masturbación fué combatida desde muchas posiciones, incluso desde la médica. La religión hizo su contribución al considerarla como pecaminosa.

Entre sus detractores podemos citar a Tissot, médico suizo quien le atribuyó todo tipo de efectos nocivos, entre ellos agotamiento, nerviosismo y locura (por reblandecimiento del cerebro), aparición de pelos en las palmas de las manos, descalcificación y pérdida de masa muscular, verrugas, daños en los órganos genitales (achicharramiento de los testículos y próstata, caída del clítoris), calificándola por ello como una práctica mortífera y siniestra.

Por aquellas épocas se utilizaban medidas coercitivas como ser ataduras, quemarles las manos, uso de cinturones de castidad hasta llegar a la clitoridectomía.

Inclusive culpa de estas censuras se describen casos de aparición de lo que ha sido llamado "interrupción del acto onanístico", es decir una masturbación prolongada durante bastante tiempo pero sin eyacular, pensando que de esa manera se evitaba el efecto nocivo de la práctica.

Ni siquiera ilustres expertos como Rousseau o Krafft-Ebing pudieron librarse de los viejos prejuicios del siglo, al opinar que el onanismo produciría a la larga ciertas afecciones de diversa índole.

Forel relacionaba la masturbación con la hipocondría.

Debe denunciarse la hipocresía de quienes han condenado la masturbación, calificándola de pecado y vicio. Estimarla como perversión, significaría condenar una de las tendencias más naturales. Fué llamada en ciertos momentos como "vicio solitario" o "pecado de juventud".

Formas de masturbarse hay muchas y éstas incluyen el uso de las manos, el roce provocado por el asiento de las bicicletas, el frotamiento contra el colchón y en las mujeres preferentemente el frotamiento de ambos muslos entre sí.

El estímulo que puede provocar el deseo de masturbarse puede ser sólo el simple deseo de hacerlo, la visión del sexo opuesto, los recuerdos o las fantasías eróticas y aún las situaciones estresantes. Como ejemplo de este último caso tenemos el siguiente relato: "Lo que puedo recordar es que comencé a masturbarme cuando tenía nueve años y estaba en tercer grado de la primaria. Fué como un alivio del penoso trabajo implicado en un problema de aritmética. No podía resolverlo y llegué a angustiarme. Cerré mis piernas, hice un enérgico movimiento de presión y de este modo sentí una sensación placentera indecible. Desde aquel día, cualquier trabajo mental difícil despertaba en mí un impulso invencible a la masturbación. Sin ella no podía trabajar"

Los conocimientos sexológicos han cambiado y la práctica masturbatoria ha pasado de ser algo censurable, pecaminoso y dañino a ser un recurso terapéutico utilizado en eyaculación precoz, en disfunción eréctil, eyaculación retardada y ausencia de eyaculación.

Asimismo se puede utilizar en anorgasmias femeninas, fobias sexuales y vaginismo tanto como en dispareunia.

Y obviamente como dijo nuestro amigo Federico, también es una manera eficaz de evitar meternos en problemas...

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